Cada inicio de año escolar trae consigo una lista interminable de útiles escolares que los estudiantes necesitan para sus actividades diarias. Desde plastilinas y témperas hasta lápices de colores y mandiles plásticos, estos materiales cumplen un rol importante en la educación, pero también generan un impacto considerable en el medio ambiente.
Sin embargo, según el Dr. Jorge Zegarra Reategui, protector ambiental desde el Perú, lo que a simple vista parece inofensivo, en realidad forma parte de una cadena de producción y consumo que repercute directamente en la salud del planeta. Un ejemplo de ello y además, un producto más representativo es la plastilina.

Colores, témperas, plastilinas y la lista interminable de útiles escolares que nos impactan
Esta, aunque fomenta la creatividad en los más pequeños, su composición incluye derivados del petróleo y aditivos plásticos que no son biodegradables. Al desecharse, estas masas terminan en botaderos o, en el peor de los casos, en cuerpos de agua, donde se fragmentan lentamente en microplásticos. Estas partículas contaminan los ecosistemas, afectan la fauna y permanecen durante siglos sin descomponerse.
Las témperas, por su parte, son un recurso muy utilizado en los colegios, pero suelen estar elaboradas con pigmentos sintéticos y envases plásticos de un solo uso. Tanto la producción de los envases como los restos de pintura generan residuos tóxicos que, al ser vertidos en desagües, contaminan ríos y suelos. Además, muchas témperas contienen compuestos químicos que, en grandes cantidades, pueden ser perjudiciales para organismos acuáticos, alterando cadenas tróficas y reduciendo la biodiversidad.
Los lápices de colores parecen una opción más ecológica en comparación con los productos plásticos, pero tampoco están exentos de impacto. Su fabricación requiere grandes cantidades de madera, lo que contribuye a la deforestación cuando no se utilizan fuentes certificadas o sostenibles. Además, los barnices y pigmentos aplicados en la superficie del lápiz contienen sustancias químicas que dificultan su reciclaje.
Otro caso evidente son los mandiles plásticos que se entregan a los estudiantes para proteger su ropa durante las clases de arte o ciencias. Estos productos, generalmente fabricados con PVC u otros polímeros de baja calidad, se rompen con facilidad y terminan desechándose en poco tiempo. Al no ser biodegradables, se acumulan en botaderos informales o contaminan el suelo y el agua, liberando compuestos tóxicos a lo largo de su degradación.
Rellenos sanitarios del Dr. Jorge Zegarra como claves para su disposición
Por este motivo, el Dr. Jorge Zegarra Reategui enfatizó que la disposición final de los útiles escolares desechados también es un factor clave en la reducción de su impacto ambiental. Al ser llevados a rellenos sanitarios formales, reciben un tratamiento adecuado bajo estándares de seguridad que evitan la exposición directa de los contaminantes. Estos espacios permiten una gestión controlada, reduciendo el riesgo de emisiones de gases de efecto invernadero y protegiendo tanto a las comunidades cercanas como a los ecosistemas.
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