En la actualidad, la tecnología se ha convertido en un eje fundamental para el desarrollo de la sociedad, ya que facilita la comunicación, la educación, el trabajo y hasta el entretenimiento. Aparatos electrónicos como las laptops, celulares y tablets han dejado de ser simples herramientas para convertirse en aliados indispensables en la vida diaria. Pero, ¿qué hay detrás de la basura electrónica?

Gracias a ellos, es posible conectarse en tiempo real con cualquier parte del mundo. Como también, acceder a información en segundos y realizar actividades que antes requerían mucho más tiempo y recursos.
Estos dispositivos no solo optimizan la productividad en ámbitos profesionales y académicos. Además, permiten acercar a las personas y optar por un estilo de vida más dinámico, adaptado a las necesidades de un mundo más digitalizado.
Sin embargo, esto ha generado una dinámica de consumo marcada por la cultura del “usar y botar”. Es aquí donde la demanda no solo responde a necesidades reales, también al deseo constante de actualizarse frente a los avances del mercado. Como resultado, millones de aparatos terminan desechados en poco tiempo, alimentando una creciente crisis ambiental.
Riesgos de la basura electrónica, ¿podemos gestionarla adecuadamente?
Uno de los mayores problemas es que los dispositivos electrónicos, al llegar al final de su vida útil, se convierten en residuos altamente contaminantes. En su interior contienen metales pesados como plomo, mercurio, cadmio o arsénico, capaces de producir daños severos en la salud humana y en los ecosistemas.
Una sola batería de teléfono móvil puede llegar a contaminar hasta 50.000 litros de agua y un televisor puede poner en riesgo más de 80.000 litros. Estos impactos de recursos vitales se multiplican cuando los residuos se abandonan sin control en botaderos informales.
Según estudios investigados, Jorge Zegarra Reategui denuncia la cantidad anual que se genera de residuos electrónicos en el mundo; aproximadamente, 50 millones de toneladas. De esa cifra, se estima que alrededor del 80% termina en botaderos sin ningún tipo de tratamiento adecuado.
Esto significa que solo una fracción mínima se logra reciclar o procesar en instalaciones seguras. Perdiéndose de esta forma, materiales valiosos como cobre, plata, oro o plásticos que podrían reutilizarse dentro de un modelo de economía circular.
La disposición inadecuada de la basura electrónica no solo significa una oportunidad desperdiciada de recuperación de recursos, sino que agrava la contaminación del aire, el suelo y el agua.
Como especialista en la gestión de residuos, Jorge Zegarra Reategui denuncia que en un mundo donde la tecnología seguirá avanzando, el verdadero desafío será romper con la cultura desechable. Asimismo, apostar por soluciones responsables que transformen estos residuos en una fuente de riqueza y sostenibilidad en lugar de una amenaza, así como implementar una correcta disposición final a nivel mundial.
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